Se fue el 2006. Y no, no no... En este blog no están permitidos los balances. Eso de ver como pasaron las cosas y tratar de elegir lo mejor y lo peor, no me sirve. Lo lindo, lo feo, lo bueno y lo malo; ya paso. Y si tenia que aprender algo, ya lo aprendí (o eso intento) y si lo pase mal, ya fue. Y si lo pase bien, mejor, pero también ya paso.
Ahora es dosmilsiete, y durante toda mi vida los años impares me han tratado bien. Esperemos que este también.
Porque va a ser difícil este año. Por todo lo que se viene, que es mucho, y que no sé como tomar.

Voy a cumplir dieciocho, dentro de tres meses y dos días. Eso significa ser mayor de edad. Y genial ser mayor de edad. A los adolescentes les gusta ser mayores de edad, porque pueden comprar copete, manejar, entrar a lugares a los que antes no podían entrar, etc. Pero a mi nada de eso me hace mucha ilusión. Lo único genial de tener 18 va a ser que podré subirme a un avión o a un tren (o a una bicicleta, da igual) y viajar a donde se me ocurra sin necesidad de ningún papel notarial que explicite que papi y mami saben que cruzaré la frontera. No necesitaré la firma de papi y mami para recorrer el mundo. Aunque para eso falta.

Voy a salir del colegio (se supone). Si estuviera en Chile, estaría más nerviosa que nunca por los resultados de la peseu. Pero acá todavía me falta para tener de frente a la súper prueba de acceso a la mega hiper extra genial universidad. Y no po. No pretendo estresarme por las seis pruebas que tendré que dar en junio (que allá son tres y se dan en diciembre). Pero no. La vocación es el tema más difícil de mi vida. El qué, el dónde el cómo y el por qué de mis estudios futuros, me deprime. Sobretodo el dónde. Pienso que todavía hay tiempo para decidirlo, pero el tiempo se acaba y yo colapsaré.

Y así de lindo se viene mi dos mil siete.
¿Y el suyo?